martes, 19 de enero de 2016

Relato del fantasma del Palacio de Linares

EL FANTASMA DEL PALACIO DE LINARES

Parte I: ¡Ufff.. Qué recuerdos!

Estaba recopilando material para acompañar el relato de mi experiencia cuando trabajé en el Palacio de Linares y me he encontrado con este reportaje del telediario de aquella época.




Me sirve como preámbulo para poneros en antecedentes de lo que en esa Mansión se desató… hace ya 25 años.
Un grupo de parapsicólogos anunció el 29 de mayo de 1990 que había grabado lamentos fantasmales en el madrileño Palacio de Linares, sede hoy de la Casa de América. “Mi hija Raimunda, nunca, nunca, oí decir mamá”, “Mamá, mamá, yo no tengo mamá, mamá” o “Fuera, fuera” eran algunos de los contenidos de las “sorprendentes” grabaciones.
Tiempo después se conoció que aquellas grabaciones no fueron más que un montaje de Carmen Sánchez de Castro, un montaje y además mal hecho. Fue una actriz quien grabó aquellas pretendidas psicofonías, tal y como le confesó ella misma a un importante investigador de nuestro país y en su propia casa.
Sin embargo, aquel fraude no consiguió acabar con la leyenda de la "Casa Encantada" que ha durado hasta nuestros días.
La razón... ¿lo que ocurría en aquella Mansión era producto de Fantasía o realidad?


Parte II. Una oportunidad.

Posterior a los hechos relatados anteriormente, la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid me ofrecía uno de mis primeros trabajos temporales para colaborar con un equipo de arqueólogos en las excavaciones de varios enclaves de la ciudad, que requerían de la investigación antropológica para determinar si en ellos se encontraban restos arqueológicos de importancia que impidiesen la reforma o construcción de nuevos espacios. Entre ellos, un yacimiento de cabañas de los primeros poblados trashumantes de la prehistoria en el Espinillo (Orcasitas), el solar que ahora es la casa de San Isidro, y el Palacio de Linares.
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A finales del Año 1990, sobre Octubre, el equipo se trasladó al último de los lugares comentados. El eco de los acontecimientos del escándalo de las falsas psicofonías quedaban ya muy diluidas y la existencia de fantasmas, eran sólo rumores poco creíbles.
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Nuestro trabajo se centraba en realizar la prospección de los jardines del palacio, donde se encontraban las antiguas canalizaciones del agua y alcantarillado del mismo, con el objetivo de buscar pruebas de que en aquél lugar se hubieran producido fusilamientos de soldados durante la guerra civil.
En aquellos Jardines encontramos de todo menos restos arqueológicos, la zona de aguas situada en la zona central tenía una especie de estanque que había sido cubierto de escombros de todo tipo. Aparecieron plásticos, botellas de vidrio, latas de coca-cola e incluso un par de pedestales de alguna gran maceta que ya no estaba en el Palacio.

En aquel lugar la única compañía que teníamos era la de los vigilantes de seguridad y sus dos perros Pastores Alemanes, uno de los cuales tenía fama de ser agresivo, pues tiempo atrás había sacado la cabeza entre los barrotes de la valla del Palacio para atacar a un inocente peatón que caminaba demasiado cerca de la verja. Astor, que era su nombre nos acompañaba por aquel lugar sin dar muestras de su fama feroz, aunque siempre nos acercábamos a él con cierta cautela. La única vez que la emprendió a mordiscos, fue con mi chaqueta vaquera, que había dejado en el respaldo de un banco, ¡el muy c****n!. No sé lo que vio en aquella chaqueta pero no le debió de gustar, a juzgar por los restos que quedaron. El caso es que conmigo jugaba todos los días sin ningún problema.


¿Y porqué os estoy contando esto?

Una mañana, como muchas otras, bromeábamos sobre los fantasmas del Palacio, durante nuestra pequeña parada de descanso de cinco minutos (o algo más), después, entre risas, cada uno se dirigió al sitio del jardín en el que estaba trabajando. Yo terminaba de excavar en una zanja próxima a la valla que daba a Recoletos cuando noté un frío repentino, como un escalofrío que te recorre el cuerpo, pero no hacía aire y el día era bastante soleado. No me dio tiempo a reaccionar, cuando oí a mis espaldas, pegado a mi oreja alguien que susurraba mi nombre ("Kike...").
Yo me volví entre risas, pretendiendo sorprender al compañero que había intentado asustarme y empecé a decir... "Jajaja no me has asus...."
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Aquello fue desconcertante, yo me había vuelto con la suficiente rapidez para sorprender al que trataba de sorprenderme a mí... pero estaba sólo, subí de la zanja de un solo salto, como acostumbraba a hacer, aunque midiera más de un metro y medio, apoyando las manos sobre el borde, (en aquella época estaba bastante ágil) y miré a ver si había salido corriendo, pero todos mis compañeros se encontraban en su sitio a una distancia considerable, lo suficiente para descartar que hubieran llegado en ese tiempo. En ese momento se hizo más notorio el recuerdo del escalofrío y el susurro que lo precedió y quedé desconcertado. Con esa sensación, entre estar asustado y cabreado conmigo mismo porque me habían sorprendido, me dirigí a mis compañeros, cuando me dí cuenta que uno de ellos también caminaba hacia mí y pensé: "Éste sabe algo" y volvía a sentirme confiado.
escanear0004.jpgCuando nos alcanzamos el uno al otro, me dijo, ¿No has notado como un frío repentino?. Me quedé helado. El resto de compañeros también se dirigían hacia nosotros, imaginé que por curiosidad al ver que nos dirigíamos el uno al otro, aunque sus caras me decían que también habían notado algo.
En ese momento, salieron los Perros al jardín, por la puerta de los sótanos que daban a la "Casa de Muñecas", era el lugar dónde estaban siempre. Ojipláticos, nos quedamos cuando observamos que salían en postura sumisa, con el rabo entre las piernas y alejándose de la puerta como alma que lleva el diablo. Una vez distanciados de la puerta, recobraron su alegría perruna y deambularon alegremente por el jardín.
Yo me resistía a dar credibilidad a la escena y rompí el hielo diciendo que era una casualidad, que no iban a creer en fantasmas por una tontería semejante. Así que decidido a probar la teoría de la casualidad, me acerqué a Astor, y jugando con él, lo llevé de nuevo hacia la puerta por la que había salido con el rabo entre las piernas. Sin problemas hasta llegar al umbral de la entrada, tuve que sujetarle del collar y forzarme a entrar con él a rastras para lograr mi objetivo, pero fue inútil, en cuanto lo solté, el perro salió con la misma velocidad que la vez anterior. Fueron necesarios varios intentos y pasó un buen rato hasta que conseguí por fin que el perro entrara por su propia iniciativa.
Una vez que el perro se quedó relajado, entraba y salía con la misma alegría con la que jugueteaba con nosotros, la tensión pareció disolverse y pudimos volver a nuestras actividades.
Aquello, al fin y al cabo, fue producto de la casualidad.... ¿o no?

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Consideramos aquel suceso como una anécdota y no le dimos más importancia de la necesaria, aunque más tarde, en nuestra visita al palacio, sucedió algo que tampoco pudimos explicar....

Parte III. La visita Nocturna

Los vigilantes, con quien habíamos entablado amistad rápidamente, nos invitaron a realizar un recorrido nocturno por el interior, no sin antes comentarnos los extraños sucesos que allí sucedían, tales como fuertes golpes, chirridos, apagones de luz repentinos y ecos de voces misteriosas. Todo ello, pensé, con el ánimo de preparar nuestras emociones para la que sin duda iba a ser la experiencia del año.
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En esos días, durante la jornada, tuvimos la visita de un personaje relacionado con el mundo de lo esotérico, recientemente lanzado a la fama por el conocido programa de Alfonso Arús que triunfaba en aquella época en la cadena de televisión Antena 3, Al Ataque.
El personaje no era otro que TristanBraker, fundador de la Asociación Esotérico Cultural Española y creador del equipo UNIDAD CERO a finales del año 1989, con la intención, según él mismo contaba, de investigar con imparcialidad y rigurosidad los casos parapsicológicos acontecidos en todo el territorio español.
Se acercó a nosotros pegado al exterior de la valla que daba a la calle Marqués del Duero, para pedirnos discretamente que acercásemos el micrófono de su grabadora al interior de una arqueta del jardín cercana a la valla. La arqueta era una construcción moderna, de cemento, no pertenecía al palacio, sino a la acometida del alcantarillado urbano, pero eso no parecía importarle mientras estuviera situado en el interior del recinto del mismo. Allí solía permanecer horas, esperando a que algo sucediera. No le hacíamos mucho caso, ya que no molestaba a nadie y estaba en la parte de afuera del recinto, hasta que un día, observé como todos se dirigían corriendo al lugar en que se encontraba grabando, uno de los vigilantes tenía la grabadora en la mano y se acercaba los auriculares a la cabeza para escuchar algo mientras él, Tristan Braker, gritaba…  “ya te he pillado, ya te he pillado”.
Uno a uno, fuimos turnándonos para ver lo que había grabado y que tanto revuelo había causado. Esperé pacientemente mi turno para escuchar atentamente…
¡NADA!?  Ruido de fondo, el sonido de la calle amplificado por el eco en interior de la arqueta. TristanBraker, rebobinaba una y otra vez la cinta para que escuchásemos más atentos lo que él había oído, en un momento, en que el ruido parecía fluctuar, sus experimentados sentidos habían escuchado lo siguiente:  “Hay mi casa…” y “mi casa… se quema”, la mayoría de los presentes asentían con las explicaciones del experto, pero a mí me costó bastante distinguir un balbuceo entre los ruidos de fondo y finalmente desistí de intentar entenderlo y me limité a decir que mi oído no era lo bastante fino para distinguirlo.
TristanBraker comentó que en el laboratorio limpiarían el ruido para sacarlo más claramente, pero él estaba seguro de lo que había oído, pues su teoría era que en algún momento de la historia el Palacio había ardido, si no en la época de los marqueses, probablemente durante la Guerra Civil y el fantasma de la Marquesa había pronunciado aquellas palabras que habían permanecido como un eco perdido en aquel lugar. Según nos comentó, tenía catalogadas más de diez voces diferentes de personas que habían habitado en el Palacio, entre ellos, la voz de la marquesa era la más habitual. Finalmente el vigilante dejó entrar a Tristan Braker y a su equipo en el recinto, un chico joven, que creo que era su hijo y una mujer que siempre realizaban las labores de campo en sus investigaciones. El equipo acompañó al vigilante al interior del Palacio y nosotros volvimos a nuestras tareas.
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No volví a saber nada de aquellas Psicofonías, pero desde aquel momento, me volví un ferviente seguidor de sus apariciones en el programa de Arús, cuando Javier Cárdenas le daba la vuelta a todo lo que decía en sus entrevistas, y a él no parecía importarle que media España se riera de él y de su Unidad Cero. Supongo que esperaba que el beneficio de la fama televisiva sería superior a la credibilidad del equipo en sus posteriores proyectos.
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                      Ver el vídeo en:  https://youtu.be/soiLqueZ32M
Aquello hizo que el poco crédito que le había concedido se disipase completamente, dejando aquella experiencia psicofónica en una mera anécdota. Años después, cuando el éxito de sus andanzas era ya un lejano recuerdo, lo encontré en el retiro, frente al lago, tenía un puestecillo en el que se dedicaba a la adivinación y lectura del Tarot, vestido con aquellas prendas, que le conferían un aire caballeresco, mezcla de mago y peregrino del camino de santiago, nada que ver con el mono de trabajo, equipamiento de cazafantasmas, del que hacía gala en el programa de Arús. No le saludé, imaginé que ni se acordaría de mí, pero sentí una profunda lástima al ver en qué se había convertido.
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Llegó el esperado día de la visita nocturna, un sábado en que nuestro amigo vigilante tenía asignado el turno.
El interior del Palacio estaba a oscuras, solamente iluminado por una tirada de cables con bombillas potentes que alumbraban las zonas más transitadas. En el hall, donde estaban las escaleras principales que denotaban la lujosa vida de los que habitaron el Palacio, había enrollado un cable muy largo entre los brazos de las estatuas que escoltaban aquella lujosa entrada, las potentes bombillas apenas llegaban a iluminar toda la escalera, en las paredes desvencijadas, deslucidas por el tiempo, pendían las pinturas medio despegadas de la pared.
Escalera principal 02.pngEntonces, realmente nos dimos cuenta del terrible deterioro que las décadas de abandono habían causado en el palacio. El poco mobiliario y enseres que quedaban, era una lejana sombra de la próspera vida palaciega que deberían haber tenido.
Sofa.pngLlevábamos poco tiempo en el palacio, cuando la luz de la improvisada instalación se apagó repentinamente. Nos quedamos con la única iluminación de las linternas de los vigilantes, que nos comentaron que aquello era habitual, así que proseguimos con la visita, aún más excitante en aquella penumbra.
La visita de los salones de la segunda planta, que aún conservaban el esplendor de los días del pasado, nos resultó tranquila, algún golpe repentino nos interrumpió, pero uno de los vigilantes apareció de entre las sombras y desveló rápidamente el misterio de aquel estruendoso sonido…

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Nos desplazamos por el Palacio acompañados siempre por uno de los vigilantes que nos explicaba todas las anécdotas que se había aprendido de memoria durante las visitas anteriores de los grupos de investigadores, no sufrimos ninguna visita inesperada o translúcida, tampoco notamos fríos repentinos salvo el continuo escalofrío que nos recorría la espalda, fruto de las historias que escuchábamos. La tranquilidad con que el palacio nos recibía parecía ser debida a la familiaridad y confianza que se otorga al esfuerzo del trabajo en aquel jardín a lo largo de ese mes.
No obstante, el lugar, siempre en silencio, acompañado de crujidos y ecos de sonidos de la calle, en penumbra, le confirió a la visita un carácter inolvidable.
escanear0006.jpgPosteriormente, pudimos comprobar que, sin nosotros haberlo percibido, el misterio rondó aquella vista desde el primer momento en que entramos por la puerta, la gran mayoría de las fotos que habíamos hecho, habían quedado veladas, estropeadas por reflejos imperceptibles en directo. En unas afectaba a las caras de los que salían en la foto quedando, sólo éstas, borrosas, en otras era como una mancha de luz sobreexpuesta que cubría casi la mitad de la foto, estaban veladas. Lo achacamos al fotógrafo, al mal estado del carrete, a que muchos salones tenían gran cantidad de espejos y superficies brillantes desde las que podía provenir el reflejo, pero lo cierto es que había algunas en las que era totalmente inexplicable que hubiese un reflejo,ya que en una segunda toma no aparecía o había cambiado de lugar.
Como en aquella época la tecnología digital no había llegado a las cámaras, no conservo copia de las fotos en las que el reflejo conseguía dar al traste con la instantánea, las originales estarán en manos de la propietaria, compañera de trabajo, que llevó su cámara y se molestó en revelar todas las fotos de aquella noche. Desgraciadamente, perdimos el contacto después de muchos años de amistad, cuando cada uno prosiguió por su camino, pero según he podido contrastar en documentos, vídeos y programas que circulan por la red (ver el vídeo que acompaña al relato de la primera parte), aquellos reflejos, los golpes y los susurros eran algo común a todos los equipos de investigadores.
Esta misma noche, la sorpresa me alcanzaba cuando me enteré de que se transmitía un programa especial dedicado al palacio de Linares, contando anécdotas que sucedían en vivo y en directo al equipo de investigadores que habían llevado al reformado palacio. No pude evitar sentir un escalofrío recorriéndome la espalda al oír los sucesos…, sucesos muy parecidos a los que yo había vivido 25 años atrás.
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Sin duda la energía que desprende el palacio, continúa alimentando la leyenda de la existencia de presencias no terrenales… pero eso, queda a la libre interpretación de cada cual…. ¿o quizás no?.
Enrique Nevado.

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